LA CRISIS CAPITALISTA Y LOS SINDICATOS
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LA CRISIS CAPITALISTA - CCI - SEGUNDA PARTE

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Mensaje  camilo mayta solis Dom Mar 06, 2011 11:13 pm

Marx no solo acepta la posibilidad de tal comercio; también se da cuenta de su necesidad, al ver que el proceso mismo de comerciar que va acompañado de la destrucción y la absorción de los mercados precapitalistas no es otro que la manera que el capitalismo tiene de "extender constantemente su mercado" durante su fase ascendente. Veamos qué dice Marx:"En primer lugar, tan pronto como se realiza el acto D-Mp (Dinero-Mercancías), las mercancías dejan de ser mercancías para convertirse en una de las modalidades del capital industrial, en su forma funcional de P, de capital productivo (P). Con ello sus orígenes quedan borrados; sólo existen ya como formas reales del capital industrial, incorporadas a él. Queda en pie, sin embargo, la necesidad de la reproducción para poder reponerlas y, en este sentido podemos decir que el régimen capitalista de producción se halla condicionado por los tipos de producción que quedan al margen de su fase de desarrollo. No obstante, la tendencia del régimen capitalista es la de ir convirtiendo toda la producción, siempre que le sea posible, en producción mercantil; el medio principal del que se vale para ello consiste, precisamente, en incorporar las mercancías a su proceso circulatorio. Una producción mercantil desarrollada no puede ser sino una producción capitalista de mercancías. La intervención del capital industrial estimula en todas partes esa transformación que lleva aparejada la conversión de todos los productores directos en obreros asalariados". (Ídem. Pág. 99).
De hecho Marx había mostrado ya, en el Manifiesto Comunista, cómo la expansión misma del mercado capitalista, aún resolviendo sus crisis a corto plazo, lo que conseguía a largo plazo era empeorar el problema de la sobreproducción: "Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? En parte por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; en parte por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace? Preparando crisis más extensas y violentas al ir disminuyendo los medios de prevenirlas" (Marx, Engels: "El Manifiesto Comunista". Obras escogidas (3 tomos). Tomo I. Moscú 1976. Pág. 116).
Se puede ver que el problema de la realización abordado por Luxemburgo en "La acumulación del Capital" no era un "falso problema" originado por una "mala lectura" de Marx. Al contrario, la tesis de Luxemburgo está en continuidad esencial con la teoría de la crisis de Marx: o sea, que la producción capitalista tiene límites intrínsecos a su propio mercado por lo que debe expandirse continuamente a nuevos mercados si es que quiere evitar una crisis generalizada de sobreproducción. Luxemburgo demostró que el esquema de la reproducción ampliada que aparece en el tomo II de "El Capital" contradice esta visión en la medida en que se acepta la posibilidad de que la acumulación cree su propio mercado. Pero Luxemburgo también señaló que este modelo es válido como abstracción teórica que permite ilustrar ciertos aspectos del proceso de circulación. No pretendiendo usarlo como el esquema de la acumulación histórica real ni como una explicación de las crisis y seguramente tampoco para "resolver" el problema de la sobreproducción, Marx cae en ciertas contradicciones en la utilización que hace del esquema trazado y que son puestas a la luz por Luxemburgo. Pero lo fundamental es que tanto Marx como Luxemburgo sabían qué diferencias existen entre los modelos abstractos y el proceso real de la acumulación. Nada más extraño al sentimiento de Marx que los estériles intentos de Otto Bauer por probar "matemáticamente": que la acumulación puede efectuarse sin tropezar con los límites intrínsecos del mercado, y que Rosa estaba equivocada porque no había hecho correctamente sus cálculos. Respecto a la incomprensión del esquema de la reproducción ampliada de Marx hay que decir que quienes se alejan de éste son los que lo toman al pie de la letra, "liquidando" el problema de la realización, y no Rosa Luxemburgo. Si se interpreta el modelo al pie de la letra, no se puede evitar afirmar que el capitalismo puede crear indefinidamente su propio mercado, algo que Marx negaba explícitamente.
Esto pone a muchos de los críticos de Luxemburgo en una posición contradictoria. Por ejemplo, Mattick se adentra más en el problema de la realización que la CWO; en su obra "Crisis y teoría de las crisis" señala: "En el sistema capitalista no puede haber contradicción entre los diversos sectores de la producción, ni una concordancia perfecta entre la producción y el consumo" (Ediciones Península).
A fin de cuentas Mattick rechaza aquí, finalmente, esta percepción cuando arguye que el capitalismo no tiene ningún problema fundamental en la realización, debido a que la acumulación crea su propio mercado: "La producción mercantil crea su propio mercado en la medida en que es capaz de convertir plusvalía en nuevo capital. La demanda de mercado es una demanda de bienes de consumo y de bienes capitales. La acumulación sólo puede basarse en los bienes capitales, ya que el producto consumido no se puede acumular, simplemente desaparece. Lo que permite la realización de la plusvalía fuera de las relaciones de cambio capital-trabajo asalariado, es el crecimiento del capital en su forma física. Mientras exista una demanda adecuada y continua de bienes capitales no hay ninguna razón por la que las mercancías no puedan ser vendidas al ofertarse en el mercado". (Marx y Keynes).
Es evidente que aquí Mattick trata de evadirse del problema: "... en la medida en que es capaz de convertir plusvalía en nuevo capital...", "Mientras exista una demanda adecuada y continua...". ¿De dónde sale esa demanda continua? No se sabe. Mattick cae en el "carrusel incesante" de "la producción por la producción misma" a la que se refiere R. Luxemburgo en su obra "La acumulación del capital". Los críticos de Luxemburgo citan a menudo al Marx que dice que la producción capitalista es producción por la producción misma, pero esa cita hay que verla en su contexto. Marx no quería decir que la producción capitalista podría resolver sus problemas invirtiendo en un enorme montón de bienes capitales sin tener en cuenta la capacidad de la sociedad para consumir los bienes producidos. He aquí lo que decía: "... los capitalistas aumentan también sus gastos. Además, como ya hemos visto (Libro II, Sección III, págs. 376-379) se produce una circulación continua entre unos y otros capitales constantes (aún prescindiendo de la acumulación acelerada) que es, por el momento, independiente del consumo individual en el sentido de que no entra nunca en éste, aunque en definitiva lo limita puesto que la producción de capital constante no se realiza nunca en la producción misma, sino simplemente porque hay más demanda de ese consumo en las distintas ramas de producción cuyos productos entran en el área del consumo individual". ("El Capital": Tomo III. Pág. 297. F. C. E., México).
Según Mattick no existe el problema de que una fracción de la plusvalía no se realice, ya que la "inversión" que entraña la acumulación adicional de capital constante acaba absorbiendo todo lo que está en circulación. La crisis resulta sólo de una sobreacumulación de capital constante respecto al variable, o sea la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Pero como Rosa advertía en "La Acumulación del capital": "El consumo de los trabajadores es, en el régimen capitalista, una consecuencia de la acumulación; nunca su medio ni su fin... Los obreros, en todo caso, solo pueden consumir aquella parte del producto que corresponde al capital variable, y nada más. ¿Quién realiza pues la plusvalía que crece constantemente? El esquema responde: los capitalistas mismos y sólo ellos. ¿Y qué hacen con su plusvalía creciente? El esquema responde: la utilizan para ampliar más y más su producción. Estos capitalistas son, pues, fanáticos de la ampliación de la producción por la ampliación de la producción misma... Pero lo que de este modo resultará no es una acumulación del capital sino una producción creciente de medios de producción sin fin alguno..." (Rosa Luxemburgo: "La acumulación de capital". México 1967. Pág. 256).
Este "objetivo" de producir más y más bienes de producción sólo puede ser la expansión constante del mercado para todos los productos del capital. De no ser así, al sostener que la "inversión" de por sí resuelve los problemas del mercado, se adoptan las falsas soluciones criticadas por Marx en "El Capital": "Por último, si se afirma que los capitalistas sólo tienen que cambiar entre sí y consumir mercancías, se pierde de vista el carácter de la producción capitalista en su conjunto y se olvida que lo fundamental para ésta es la valorización del capital y no su consumo. En una palabra, todas las objeciones que se hacen contra los fenómenos tangibles de la sobreproducción (fenómenos que no se preocupan en lo más mínimo de tales objeciones) tienden a sostener que los límites de la producción capitalista no son límites de la producción en general, ni por tanto de esta forma específica de producción que es la capitalista". (Tomo III. Págs. 254-255. F. C. E. México).
Aquellos que sostienen que la acumulación del capital constante resuelve el problema de la acumulación están simplemente repitiendo la idea de que los capitalistas pueden simplemente intercambiar sus productos entre sí, aunque lo hacen -por así decirlo- para el "futuro" y no para el consumo inmediato. Pero, tarde o temprano, el capital constante invertido tendrá que hallar un verdadero mercado para los bienes producidos o, de lo contrario, el ciclo de la acumulación se vendrá abajo. Debido a que no hay manera de evitar este problema, afirmamos que la aseveración de Luxemburgo, de que la plusvalía en su totalidad no puede ser realizada dentro de las relaciones sociales de la sociedad capitalista, es la única conclusión válida de la idea de Marx de que la producción capitalista no crea su propio mercado. Ésta es la única alternativa a la teoría de Ricardo que sostiene que las crisis de sobreproducción son simples interrupciones accidentales de un ciclo de reproducción básicamente armónico. Los partidarios de la teoría de la "tasa de beneficio" de Mattick están con Marx cuando ponen el énfasis en la importancia de la tendencia a la baja del tipo de beneficio (tendencia decreciente de la tasa de ganancia) como factor de la crisis capitalista, pero están con Say y Ricardo cuando niegan que el problema de la realización es fundamental para el proceso de acumulación capitalista.
¿Dos teorías o una sola?
A partir de lo que hemos dicho más arriba está claro que no puede haber un análisis marxista de la crisis que ignore el problema del mercado como factor fundamental de la crisis capitalista. Incluso el argumento avanzado por Mattick y otros de que la sobreproducción de mercancías, siendo un problema real, es sólo un efecto secundario de la tendencia a la baja del tipo de beneficio, elude la verdadera cuestión que plantean Marx y Luxemburgo: el mercado de la producción capitalista se halla limitado por la relación misma entre trabajo asalariado y capital. Tanto el descenso de la tasa de beneficio como el problema del mercado existen como contradicciones primordiales del capitalismo. Al mismo tiempo, ambas contradicciones están íntimamente ligadas y se condicionan mutuamente de múltiples formas. La cuestión es ¿Cuál es el marco más adecuado para comprender cómo obran entre sí estos dos fenómenos?
Se podrá argumentar que el análisis de Mattick no puede ofrecer tal marco, en la medida en que niega que exista un problema de mercado. La teoría de Luxemburgo, en cambio, no rechaza el descenso de la tasa de beneficio. Es verdad que en "La acumulación del capital" Luxemburgo desarrolla un modelo abstracto, ciertamente, según el cual "la tendencia a la baja del tipo de beneficio se detendrá por completo". En "Una anticrítica" sostiene que: "... queda aún tiempo para que sobrevenga por este camino el hundimiento del mundo capitalista, tanto como el que queda para la extinción del sol" ("La Acumulación de capital". Pág. 393).
Se podría decir que estas citas expresan una subestimación del problema por parte de Luxemburgo, pero en su enfoque básico no hay nada que lo rechace; a decir verdad en "La acumulación del capital" nos brinda algunos ejemplos de la acción reciproca entre el descenso de la tasa de beneficio y el problema del mercado (ver más abajo).
La razón por la cual Rosa ponía énfasis en el problema del mercado como raíz de la decadencia es fácil de averiguar. Como señaló Marx, el descenso de la tasa de ganancia como factor de la crisis aparece como una tendencia general que se expresa a lo largo de amplios periodos y con una serie de influencias que se contrarrestan. Mientras que al contrario, el problema de la realización puede obstruir el proceso de la acumulación de una manera más directa e inmediata; lo cual se ha mostrado como cierto respecto a las crisis coyunturales del siglo XIX y a la crisis histórica del capitalismo. La absorción de las áreas precapitalistas que habían permitido la extensión continua del mercado fue una barrera a la que se enfrentó el capital desde mucho antes de que su composición orgánica se hinchara a tal escala como para impedir mantener una producción rentable. Pero, como se evidencia en la "Plataforma de la CCI": "... la dificultad creciente que tiene el capital para encontrar los mercados donde realizar su plusvalía, acentúa la presión a la baja que ejerce sobre la tasa de ganancia el aumento constante de la proporción entre el valor de los medios de producción y el de la fuerza de trabajo que los pone en funcionamiento. La baja de la tasa de ganancia, en un principio tendencia, se vuelve cada vez más efectiva, lo cual entorpece aún más el proceso de la acumulación del capital y, por tanto, el funcionamiento de todo el engranaje del sistema".
La saturación del mercado mundial, por un lado, empeora el descenso de la tasa de ganancia (porque el incremento de la competencia en un mercado cada vez más reducido obliga a los capitalistas a renovar los equipos antes de que todo su valor se haya desgastado) y, por otro, elimina una de sus influencias negativas más importantes: compensar la baja de la cuota de ganancia incrementando su masa; es decir, inflando el volumen de mercancías producidas. Todo esto puede compensar al descenso de la tasa de ganancia sólo mientras la expansión del mercado se mantenga en proporción a este incremento de la masa mercantil. Cuando el mercado no puede extenderse más la compensación sólo empeora las cosas, agravando tanto el descenso de la cuota de ganancia como el problema de la realización. Mucho trabajo y estudio deben hacerse aun sobre esta cuestión pero hay que tener en cuenta que, aunque es cierto que Luxemburgo no resolvió todos los problemas, el marco que elaboró permite comprender de forma más completa el papel que juega el descenso de la cuota de ganancia.
¿Es que el problema va más lejos? ¿Es que hay una contradicción básica en el pensamiento mismo de Marx (ya que no se logra "reconciliar" los dos fenómenos)? Claro que a primera vista parece que la tesis de que la crisis resulta de que hay demasiada plusvalía no realizada, no puede ser "conciliada" con la tesis de que la crisis está causada por una escasez de plusvalía. Vamos a intentar mostrar qué hay en el fondo.
Pese a que Marx nunca resolvió este problema existen elementos en su obra que nos permiten decir que ambas contradicciones son parte efectivamente de un todo dialéctico. Para empezar: "Por lo demás, el capital está formado por mercancías razón por la cual la sobreproducción de capital contiene también la sobreproducción de mercancías. De aquí el peregrino fenómeno de que los mismos economistas que niegan la sobreproducción de mercancías reconozcan la sobreproducción de capital" (El Capital. Tomo III. Pág. 254. F. C. E. México).
Una vez comprendido esto se puede ver que las dos contradicciones actúan necesariamente juntas en las crisis capitalistas; de un lado, la sobreproducción de capital causa un descenso en la cuota de ganancia debido a que implica un desajuste al alza de la relación entre el capital constante y el variable; de otro, esta enorme masa de capital constante produce una abundancia de mercancías que va excediendo cada vez más el poder de consumo del capital variable (o sea, de los asalariados), en relativa disminución. Espoleado por la competencia hacia un mercado restringido, el capital y su capacidad de vomitar mercancías crece y se hincha enormemente, mientras que las masas asalariadas se empobrecen más y más en relación al capital; cada mercancía contiene cada vez menos beneficios, cada vez pueden venderse menos mercancías,... La cuota de ganancia y la capacidad de realización se hunden juntas y una agrava las dificultades de la otra. La aparente contradicción, entre "tener demasiada" y "no tener bastante" plusvalía, desaparece cuando se ve claramente que nos estamos refiriendo al capital en conjunto y que estamos hablando en términos relativos y no absolutos. Es evidente que para el Capital -entendido como un todo- jamás hay una saturación absoluta de mercados, ni la cuota de ganancia baja a un cero absoluto que acabaría con toda la plusvalía disponible,... De hecho, como Luxemburgo demostró, a un cierto nivel de la concentración de capital el "exceso" y la "escasez" de plusvalía son la misma cosa, vista desde un punto de vista diferente: "Si la capitalización de la plusvalía es un fin en sí mismo y un motivo impulsor de la producción, la renovación del capital constante y del variable (así como la parte consumida de la plusvalía) es la amplia base y la condición previa de aquella. A medida que, con el desarrollo internacional del capitalismo, la capitalización de la mercancía se hace cada vez más apremiante y precaria, la amplia base (del capital constante y del variable) es una masa cada vez más potente, en absoluto y en relación con la plusvalía. De ahí se desprende un hecho contradictorio: los antiguos países capitalistas constituyen entre sí mercados capitalistas cada vez más grandes, y son cada vez más indispensables los unos para los otros, mientras que al mismo tiempo combaten cada vez más celosamente, como competidores, en sus relaciones con países no capitalistas. Las condiciones de la capitalización de la plusvalía se hallan cada vez más en contradicción entre ellas, lo cual no es, después de todo, más que un reflejo de la contradictoria ley de la cuota decreciente de beneficio". (R. Luxemburgo: "La acumulación del capital". Pág. 282).
En otras palabras, es una masa de plusvalía cada vez más reducida la destinada a la capitalización, pero aún así sigue siendo "excesiva" respecto a la demanda efectiva. Y esta plusvalía cada vez más "reducida" (aunque superior al valor que simplemente sustituye al capital inicialmente desembolsado) resulta de una composición orgánica de capital cada vez más alta.
En consecuencia, parece claro que las dos contradicciones trazadas por Marx no se excluyen mutuamente sino que son dos aspectos del proceso total de la producción de valor. Esto es lo que, en última instancia, hace posible que las "dos" teorías de la crisis se vuelvan una sola.
Consecuencias políticas
Hemos tratado de probar que, a fin de cuentas, la "cuota de ganancia" y los problemas del "mercado" son teóricamente "reconciliables", aunque el enfoque de Grossman-Mattick lo ignore o no tenga en cuenta el problema de la realización de la plusvalía. Los puntos débiles, en la teoría de Mattick a nivel "económico", implican también ciertas insuficiencias en las conclusiones políticas que de estos se derivan. Aunque debemos limitarnos aquí a una breve mención de estos puntos débiles, y pese a que repetimos que no se pueden derivar posiciones políticas mecánicamente de los análisis económicos, esto no significa que simplemente no existan consecuencias políticas. Éstas toman más la forma de tendencias que de leyes férreas y aparecen más pronunciadas en unos que en otros. Sin embargo, hay ciertas características comunes que parecen ser compartidas por las diferentes corrientes que defienden la teoría económica de Mattick.
Si se parte únicamente del análisis de la cuota decreciente de ganancia, es muy difícil definir el curso histórico de la crisis capitalista. Esto se aplica tanto a la definición retrospectiva del comienzo del período decadente, como al análisis de las perspectivas de la crisis hoy en día. Podríamos decir que ello se debe a que la teoría de Mattick deja sin respuesta, o sin respuesta adecuada, cierta cantidad de cuestiones básicas. Por ejemplo, si la cuota decreciente de ganancia es el único problema que afronta el capital ¿por qué razón la división del mundo entre las potencias imperialistas y la creación de la economía capitalista mundial han precipitado al capitalismo en una crisis histórica? ¿En qué momento alcanzó la composición orgánica del capital -tomada globalmente- un nivel en que las contratendencias de la cuota decreciente de ganancia ya no podían contrarrestarla? ¿En qué momento futuro, la cuota de ganancia será tan baja que impida al capital seguir acumulando sin recurrir a otra guerra? ¿Por qué la guerra ha llegado a ser el modo de supervivencia del capital en esta era? Si podemos decir que ninguna de estas preguntas puede ser contestada sin considerar la cuestión del mercado, Mattick al hacerlo, sólo da respuestas vagas a estas preguntas. No hay una consistencia real dentro de su comprensión de la época actual. En los años 30 sus escritos demostraban que sí comprendía que la crisis permanente del capitalismo era una realidad inmediata, que sólo podía compensarse gracias a una guerra mundial. Pese a ello, en sus escritos de posguerra parece que ponga en entredicho que el capitalismo había entrado realmente en una nueva época en tiempos de la Revolución Rusa. Unas veces, insinúa que la crisis histórica comenzó en torno a 1929; otras, que la cuota decreciente de ganancia sólo le creará problemas graves al capital allá por el año 2000. O sea que ¡quizás el capitalismo ni siquiera está en decadencia! Para ser breves, en Mattick no hay una comprensión consistente de la decadencia como un período de "crisis-guerra-reconstrucción", inaugurado definitivamente por la Primera Guerra Mundial. Tampoco hay una comprensión de la presente crisis como manifestación directa del ciclo histórico y no una simple convulsión pasajera en un período de crecimiento. Esta falta de claridad sobre lo que es la decadencia le lleva a subestimar la gravedad de la presente crisis y refuerza su tendencia hacia un academicismo en los años 40. Ya que, según él la "verdadera" crisis está muy lejana, la perspectiva de que surjan grandes luchas de clase no es para mañana. No hay por tanto hoy en día razón para comprometerse en la actividad política militante.
CWO que, pese a depender de la teoría económica de Mattick, comprende mucho mejor la decadencia, la presente crisis y las conclusiones políticas que se derivan, ha tratado de demostrar cómo puede ser explicado el período abierto por la Primera Guerra Mundial refiriéndolo a la cuota decreciente de ganancia (ver especialmente, "Las bases económicas de la decadencia capitalista": Revolutionary Perspectives, nº 2). Es un esfuerzo serio que requiere una crítica más detallada de la que se pueda intentar aquí. Tal crítica tendría que concentrarse en ciertas cuestiones cruciales, tales como: ¿Es coherente la aplicación de la teoría económica de Mattick en relación con el marco de la decadencia que emplea? ¿Hasta qué punto puede ser analizada la decadencia basándose en la cuota decreciente de ganancia, pero sin considerar el problema de los mercados? ¿Hasta qué punto sería coherente la apreciación de la decadencia que tiene CWO si no hubiese sido influenciada por otras tendencias, especialmente la CCI, que consideran el problema de los mercados como fundamental en la interpretación de la decadencia? En otras palabras, ¿Hasta qué punto el análisis de la decadencia de CWO mantiene una continuidad consistente con la teoría de Mattick? ¿De qué manera se amolda ese análisis a una teoría más unitaria de la decadencia? Lo que ya hemos dicho más arriba sobre la imposibilidad de ignorar el problema de la realización indica cual sería nuestra respuesta a estas preguntas.
Tal vez sea más importante señalar que las escuelas de la "cuota decreciente de ganancia", aunque no sigan a Mattick hasta el retiro académico, comparten la tendencia de considerar la "verdadera" crisis como algo para un futuro muy lejano. Ya que algunos de estos camaradas tienen también una concepción algo mecánica de la relación entre los niveles de la crisis y los de la lucha de clases, generalmente terminan diciendo que las perspectivas de la lucha de la clase proletaria y del reagrupamiento de los revolucionarios está aún lejos. Así, Battaglia Comunista considera que la presente crisis apareció en 1971 y, para ellos el resurgimiento de una organización internacional de revolucionarios sólo ocurrirá en algún día del futuro. CWO por su parte considera que tanto los preparativos del capital para la guerra imperialista como los de los obreros para la guerra civil son algo "del mañana", cuando la crisis alcance otro nivel. El reagrupamiento de los revolucionarios queda pospuesto por razones parecidas. Muchos de los camaradas escandinavos más cercanos a Mattick y, en cierto grado, todavía deslumbrados por la "prosperidad" escandinava, siguen considerando que las tareas de los revolucionarios consisten en estudiar y cavilar fuera de cualquier actividad militante. No creemos que estas actitudes "expectantes" sean accidentales. Están ligadas a las insuficiencias de la teoría de Mattick. A esta teoría le es difícil demostrar que la decadencia es en efecto una crisis permanente, resultante de la desaparición de las condiciones que permitieron una expansión capitalista saludable en el siglo XIX. La teoría de Luxemburgo al demostrar la naturaleza enferma de toda la acumulación en esta época, facilita la demostración de los límites del período de reconstrucción y la comprensión de que la crisis, la economía de guerra y la lucha de clases son todas realidades del presente. Es más, podríamos decir que la reacción de la clase obrera actual va retrasada con respecto al desarrollo de la crisis y de las preparaciones de la burguesía para la guerra. Esto no significa que la crisis haya tocado fondo, o que la guerra o la revolución estén a la orden del día en este instante, y que por ello deberíamos lanzarnos a un activismo desenfrenado (como es el caso del PIC -Pour une Intervention Communiste- de Francia, cuyo activismo natural es reforzado por una errónea aplicación de la teoría de la crisis de Luxemburgo). El capital todavía posee mecanismos capaces de retrasar la crisis. Toda una serie de procesos económicos y sociales seguirá su curso antes de que la crisis desemboque en la guerra o la revolución. Sin embargo, es importante ver que estos procesos ya están ocurriendo y que las tareas de los revolucionarios hoy en día son muy urgentes y no pueden ser dejadas para "mañana". Como escribía Bilan, "¿Puede el mañana ser otra cosa que el desarrollo de lo que está ocurriendo hoy?" ("Bilan", nº 36).
Como señalaba Lukacs en su ensayo "El marxismo de Rosa Luxemburgo", la validez de la teoría de la acumulación de Luxemburgo como contribución al punto de vista global del proletariado, está en que se basa en la "categoría de la totalidad", categoría que pertenece a una percepción específicamente proletaria. El problema de la acumulación investigado por Rosa corresponde como tal sólo al nivel del capital total o global. Los economistas vulgares que como punto de partida tomaban el marco del capital individual, eran incapaces de de ver incluso que hubiese problemas. Esta "vulgaridad" en cierta medida es aplicable a Mattick, ya que él exhibe una fuerte tendencia a considerar a cada capital nacional aisladamente. Esta perspectiva deformada lleva a algunos errores:
- Ambigüedades sobre la posibilidad de la liberación nacional, ya que las naciones pequeñas, según Mattick, pueden escapar al mercado mundial bajo una autarquía o bajo la protección del bloque "capitalista de estado".
- Paralelo a esto, Mattick ha afirmado que Rusia, China, etc., no son países reglamentados por la ley del valor y que no son realmente imperialistas debido a que no tienen ninguna tendencia intrínseca a abrirse al mercado mundial. Mattick ha acabado por llamar a esas sociedades..."socialismo de estado".
Estos errores se derivan de la incapacidad para considerar a esas naciones como parte integrante del mercado mundial capitalista. Sobre esta cuestión CWO, entre otros, también ha ido más allá de Mattick al afirmar la imposibilidad de la liberación nacional y que Rusia y China son países capitalistas reglamentados por la ley del valor. Aún así, su análisis contiene puntos débiles que hay que relacionar con su teoría económica. Al serle difícil examinar fenómenos particulares desde un punto de vista global, demuestran una cierta incapacidad para considerar el capitalismo de estado y la economía de guerra como realidades básicamente determinadas por la necesidad del capital nacional de competir en el mercado mundial. Para CWO, las medidas tomadas por el capitalismo de Estado responden sobre todo a la caída tendencial de la cuota de ganancia en ciertas industrias, cuya alta composición orgánica requiere la intervención del estado para mantenerlas a flote. Pero esta es sólo una explicación parcial, ya que el Estado procede así precisamente para aumentar la capacidad de competencia de todo el capital nacional. Similar es la idea de CWO de que Rusia, China, etc., pueden ser considerados capitalismos de Estado "integrales" cuyo desarrollo prueba que la "...acumulación de capital es posible en un sistema cerrado" (Revolutionary Perspectives, nº 1. Pág. 13). Este "hecho" pretende refutar el análisis económico de Luxemburgo, mientras que el concepto "capitalismo de Estado integral" permite colar la idea de que estas economías son en cierto modo "diferentes" y requieren ser tratadas de manera particular. La aseveración explícita e implícita de que el desarrollo autárquico es posible, podría tener varias consecuencias políticas. Por ejemplo, sobre la liberación nacional, CWO saca las conclusiones políticas correctas, pero habría que preguntarse si estas conclusiones son consistentes respecto a su análisis económico. ¿Es una consecuencia lógica más de su teoría económica la idea de Mattick de que las naciones subdesarrolladas podrían crecer gracias a su propio mercado interno?
Nosotros no insinuamos que CWO tenga confusiones fundamentales sobre la cuestión nacional; ni que su explicación sobre la imposibilidad de luchas por la liberación nacional carece de coherencia. Pero cualquier contradicción hoy abre la puerta a verdaderos errores mañana. Y podríamos decir que ya hay debilidades notables en el enfoque de CWO sobre la liberación nacional: le resulta difícil aceptar que, hoy, todos los capitales nacionales tienen los mismos voraces apetitos imperialistas, incluso el más pequeño de ellos; exhiben también un pronunciado pesimismo sobre la perspectiva de la lucha del proletariado en el tercer mundo. Sobre el primer punto arguyen que sólo Rusia y EE.UU. pueden actuar "realmente" como imperialistas hoy día, y que los otros capitales nacionales son sólo potencialmente, o en tendencia, imperialistas. Esto oculta la realidad de las rivalidades locales ínterimperialistas, que juegan un papel dentro de los enfrentamientos globales entre los bloques; realidad que se ve confirmada notablemente por los conflictos crecientes en el "cuerno" de África y en el Sudeste Asiático. En lo que concierne a la lucha de clases en los países del tercer mundo, CWO declara periódicamente cosas como: "...sólo podemos esperar desarrollos positivos... cuando los obreros en los países avanzados hayan emprendido la vía revolucionaria y dado una dirección clara" (R.P., nº 6). Semejante punto de vista reduce la importancia de las luchas actuales de los obreros del tercer mundo en el desarrollo internacional de la conciencia de clase, y establece una separación rígida entre hoy y mañana, entre los capitales más avanzados y los menos, lo cual no hace sino oscurecer la comprensión. Estos análisis inadecuados del imperialismo y la lucha de la clase se basan los dos en un análisis económico que afirma que sólo las naciones con alta composición orgánica de capital son imperialismos genuinos, y que sólo el proletariado de tales países tiene importancia. En estos dos casos, se nota una tendencia a fraccionar no sólo el capital mundial sino al proletariado mundial.
Esta tendencia de los teóricos del "descenso de la cuota de ganancia" a no considerar el problema más que desde el punto de vista del capital individual y no del global puede tener consecuencias en las discusiones sobre el período de transición. En efecto, si la acumulación del capital puede llevarse a cabo en un sólo país ¿por qué no considerar también las economías "comunistas" autárquicas? De cualquier modo, CWO cree que los bastiones proletarios podrían, temporalmente por lo menos, empezar a construir un modo de producción comunista una vez que se han salido del mercado mundial. Esta concepción equivocada puede ser criticada de manera coherente sólo desde una perspectiva que abarque el capital y el mercado mundial en su totalidad. De nuevo afirmamos que el planteamiento de Luxemburgo nos da las herramientas teóricas para comprender por qué tales bastiones aislados no podrían escapar a los efectos del mercado mundial de ninguna de las maneras.
Una vez dicho esto, debemos señalar dos importantes aspectos:
- que estas posiciones erróneas están ligadas sobre todo a una teoría unilateral de la "cuota decreciente de ganancia" del estilo de Mattick o CWO;
- que aún con todo, estas no provienen directa e inexorablemente de una marco económico erróneo.
Cuando examinamos los errores de un grupo revolucionario, es importante examinar la totalidad de su historia y de sus posiciones políticas. Muchos de los errores mencionados arriba tienen sus raíces en experiencias e incomprensiones fundamentales. El academicismo de Mattick, por ejemplo, está basado en una experiencia global de la contrarrevolución que le llevó a un profundo pesimismo sobre las perspectivas de la lucha de clases y a una seria subestimación de la necesidad de la organización de revolucionarios. Los errores de CWO sobre el reagrupamiento y el período actual son también, en gran parte, el resultado de la dificultad que tiene para apreciar la cuestión de la organización, mientras que sus errores sobre el período de transición se deben en su mayoría a su incapacidad para sacar las lecciones de la Revolución Rusa. Igualmente, en un contexto "luxemburguista", el activismo de PIC es más bien el resultado de una confusión profunda acerca del papel de los revolucionarios que el de su análisis económico. Podríamos decir que los errores a nivel de teoría económica tienden a reforzar los errores derivados de la totalidad de la política de un grupo. Cualquier incoherencia en los análisis hechos por un grupo puede abrir las puertas a confusiones más generales; pero no hablamos de fatalismos irrevocables, aquellos compañeros que apoyan "el descenso de la cuota de ganancia" no tienen necesariamente que caer en las confusiones acerca de la organización que tienen Mattick, CWO o Battaglia Comunista, ni en sus incomprensiones sobre la Revolución Rusa. Al mismo tiempo, confusiones sobre la organización y algunas otras, como el sectarismo de CWO, pueden en la práctica acentuar las debilidades de su análisis económico. No es difícil notar por ejemplo que el esfuerzo cada vez mayor de CWO por negar el problema de la sobreproducción está ligado a la necesidad que sienten de distinguirse de ciertos grupos que defienden una concepción diferente de la decadencia. Los compañeros que toman como punto de partida el análisis de la "tendencia decreciente de la cuota de ganancia" pueden y deben ser capaces de desarrollar un punto de vista más global, que no niegue el problema del mercado. Naturalmente, creemos que esto les llevará a hacerse "luxemburguistas" pero sólo un debate abierto y constructivo podrá realmente clarificar esta cuestión.
Esto nos permite llegar a una conclusión general sobre la importancia de este debate. El debate es de considerable importancia, porque así como las debilidades de un análisis económico pueden preparar el ánimo o reforzar errores políticos más generales, un análisis coherente de las bases económicas de la decadencia reforzará tanto nuestra comprensión de la decadencia como las conclusiones políticas que saquemos. La cuestión, por lo tanto, debe ser discutida como parte de la totalidad de las posiciones comunistas.
El debate puede situarse dentro de una perspectiva correcta si se comprende su importancia como aspecto de una coherencia más general. Dado que un análisis de las bases económicas de la decadencia es parte de un punto de vista proletario más global, un punto de vista que requiere un compromiso activo de "cambiar el mundo", la discusión no tiene que impedir nunca la actividad revolucionaria organizada. Y debido a que las conclusiones políticas defendidas por los revolucionarios no surgen mecánicamente de un análisis económico particular, la discusión no puede servir nunca de obstáculo al reagrupamiento de los revolucionarios. Como la CCI siempre ha sostenido, el debate puede y debe verificarse dentro de una misma organización revolucionaria. En el pasado, la defensa de teorías económicas diferentes no ha impedido que los revolucionarios se unifiquen, y no vemos por qué hoy o en el futuro tendría que ser diferente. A decir verdad lo más probable es que ésta sea una de las cuestiones que seguiremos discutiendo, por algún tiempo, después de que el proletariado haya borrado al capitalismo de la faz de la tierra...
C. D. Ward

camilo mayta solis

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